«Cambio y conflicto familiar». Artículo de Trinidad Bernal, doctora en Psicología y directora de Fundación ATYME.

                                          CAMBIO Y CONFLICTO FAMILIAR

Puesto que las guerras se originan en la mente de los hombres,

 es en la mente de los hombres donde deben

 construirse las defensas de la paz” (UNESCO).

 

Trinidad Bernal Samper

Mediadora. Doctora en Psicología

Directora de la Fundación ATYME

Socia fundadora Plataforma Familia y Derecho

 

 INTRODUCCIÓN

El Derecho es un instrumento útil para el mantenimiento de la convivencia pacífica del grupo social y para este objetivo intenta simultanear dos valores esenciales: la seguridad y la justicia. Estos dos valores vienen a satisfacer dos necesidades básicas del hombre en sociedad: el orden, que le permite prever el futuro y vivir confiado y el cambio, propio de toda sociedad con expectativas de un futuro mejor. La primera necesidad la satisface, garantizando el orden y la seguridad con la elaboración de normas, mientras que la segunda, a través de la adaptación a los cambios continuos de la sociedad.

El proceso de desarrollo social es cada vez más complejo y los conflictos crecen, no sólo en número sino también en dificultad y cuando las personas están en conflicto, acuden a la justicia en busca de solución, piensan que esta acción les ayudará a conseguir mantener el dominio de sus vidas, consiguiendo que el otro no se salga con la suya. Sin embargo, introducirse en un procedimiento judicial, crea vulnerabilidad, reduce el grado de control, facilita el desborde emocional y, cuando las soluciones se imponen desde fuera, las personas no aprenden por sí mismas y la obligatoriedad les induce a no adquirir responsabilidad y todo su esfuerzo se centra en buscar la manera de escapar de esa imposición.

 

CAMBIO FAMILIAR

La familia ha modificado su estructura de acuerdo con los cambios, costumbres, valores y normas sociales y las actividades y comportamientos de la familia española han cambiado de manera significativa en los últimos tiempos. La transformación de los valores familiares ha dado lugar a la diversidad de formas de vida teniendo como base la modificación de las normas sociales. La propia valoración de la ruptura de pareja ha ido cambiando, desde considerarla como un fracaso personal hasta verla como una solución a los problemas de convivencia.

Estos cambios han incidido en cambios legales para acomodarse a la diversidad actual en la institución de la familia, de un modelo único de familia tradicional hemos llegado a un proceso de democratización en la estructura familiar, con una relación más igualitaria entre roles que rompe la diferencia entre padre y madre en cuanto a la atención de los hijos, haciendo evolucionar la idea de guarda y custodia diversificando sus fórmulas y maneras y al mismo tiempo las formas de ser interpretada.

A estos cambios sociales y legales hay que incorporar el peso del componente emocional cuando una relación termina. Las emociones son el motor del cambio, emociones que si son positivas favorecen el crecimiento y si son negativas, como ocurre en la ruptura, lo impiden o paralizan, desbordando a la persona por su intensidad, por lo que es necesario el conocimiento de las emociones para  saber manejar los conflictos con empatía y creatividad antes que den lugar a la violencia, ya que las consecuencias que dejan las confrontaciones hacen más difícil salir del conflicto.

La intensidad emocional y la falta de información sobre cómo salir de la situación, coloca a las parejas en una situación de indefensión y ven a la justicia como solucionadora de sus conflictos. Sin embargo, judicializar el conflicto emocional no ayuda a su resolución, ya que su tratamiento se hace a través de un único enfoque, el marco legal y judicial, un enfoque basado en el concepto suma cero, que favorece la confrontación, impide la comunicación y promueve la intransigencia. Si el contexto emocional, en el que están las personas en conflicto dificulta la gestión del conflicto, el contexto legal adversarial tampoco resulta útil para darle salida. El procedimiento contencioso incita a la lucha entre las partes, y aunque ya estaba iniciada antes de emprender la vía legal, ésta se intensifica cuando sus problemas íntimos saltan a la esfera pública y su conocimiento es utilizado como ataques contra el otro para sustentar la propia defensa y las partes pierden protagonismo y tienen que aceptar lo que un tercero decida.

 

LA HUMANIZACIÓN DEL DERECHO

Estamos en un momento en el que se vislumbra un escenario de democratización creciente donde se valora la participación personal y se elige el pacto en lugar del enfrentamiento. Hay un nuevo compromiso social en el que los principios y procedimientos tradicionales de solución de los problemas han tocado techo, se han visualizado sus límites y se empieza a cambiar la lógica sobre la que actúan los distintos actores en una situación de conflicto, modificando el foco de atención, centrándose en preparar a las personas en lugar de tomar decisiones por ellas.

Resulta urgente la humanización del derecho, en el sentido de cambiar el paradigma de ganar/perder en los temas de familia. Es importanteun cambio en la forma de proceder de todos los actores, principalmente de los abogados al ser éstos los primeros receptores de los progenitores. Todos tienen que ser conscientes de la influencia de su actuación en el mantenimiento del conflicto, entender que se necesita un enfoque global, ya que es un conflicto que atañe a toda la familia, no solo a dos personas enfrentadas y que estas personas en desacuerdo son los auténticos protagonistas y merecedoras de ejercitar ese papel.

Para todo esto, se requiere que, todos los operadores desde jueces, fiscales, letrados de la Administración de Justicia, equipos psicosociales, e incluso funcionarios, tengan una formación especializada, además de las puramente procesales, en relaciones interpersonales, conocimiento del conflicto y mediación, lo que haría al   procedimiento de familia más humanizado.

En este escenario se necesitan fórmulas distintas para abordar las situaciones conflictivas, fórmulas que tengan en cuenta la dignidad de las personas, que sean efectivas y den satisfacción a lo que las personas necesitan, continuar con la relación parental. Desde este enfoque, la aplicación de la ley como ejercicio coercitivo puede cambiarse, por negociaciones pacíficas que permitan un ajuste entre las necesidades individuales y el respeto a la norma. Una fórmula como la mediación ayuda a que las normas legales puedan ser respetadas y que ese respeto de las normas se mantenga con el paso del tiempo porque los individuos han decidido responsabilizarse de su cumplimiento (Bernal, 2017). 

De ahí la necesidad de una jurisdicción especializada de Derecho de Familia, algo que es el objetivo con el que se ha creado esta Plataforma. Un instrumento útil para el mantenimiento de la convivencia pacífica, promoviendo una normativa específica y adaptada a la diversidad familiar y facilitando la inclusión de cambios que favorezcan esta convivencia pacífica.

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